viernes, 29 de agosto de 2008

Las huellas del camino

A veces pienso que he estado dentro de una burbuja: nada cambia, nada fluye, nada termina, nada sigue, todo es vacío y nada es lleno, nunca llego. Parece una espiral donde todos mis sueños se ven interminables... inalcanzables... inhumanos... porque esa burbuja no avanza, no se mueve y no transporta. Todo viene, y nada va, así es mi camino, pues mi caminar, honda huella que ata mi alma, truncada por mi burbuja. Profundas huellas que marcan la arena, mas parecen movedizas, mi esencia, atrapada. No puede salir. No quiere salir. Debe salir. Debe liberarse, ayudada por el viento y la fortuna. Enfrentarse al agobio y a la lluvia. Luchar contra las circunstancias... como hasta ahora.

Así es como me he sentido a lo largo de un corto lapso de tiempo. Quizá ha sido el más agridulce de mi vida. El más triste por la eventualidad, y el más profundo en cuanto a observar las vicisitudes de la vida. Valorar lo que tienes y apreciar lo que pretendes conseguir.

Autoconfundirse a sí mismo con la idea de ser fuerte, capaz de asimilar notifias non gratas, no es demasiado aconsejable.

La vida sigue, con todos los que están y también con los que se han ido, o por lo menos, su memoria no quedará olvidada mientras los primeros estén.

Creo que la vida es demasiado corta para poder realizar todos mis proyectos, y no creo que deba retrasarlos mucho más.

Desde siempre he pensado que era un niño. Mas he sido presa del tiempo, ya que tengo nostalgia de los lugares a los que iba de niño. Todos y cada uno de ellos han cambiado... ya nada es igual.
La vida de ayer no es igual a la de hoy, ni ésta a la de mañana.

Creo que sentir nostalgia, por desgracia, ya no es característico de un niño propiamente dicho, sino de uno manipulado por el tiempo.
Aunque la sienta, es la única característica de adulto que podemos encontrar en mí.

Al caminar, me he dado cuenta de que muchos factores se olvidan en el viaje. Sobretodo, una vez llegado a la meta, nos olvidamos de quiénes nos acogieron en su camino y de quiénes nos dieron de beber ante el agobiante sol de la senda. Nos apoyamos en los hombros de los gigantes como un trampolín a la piscina, sin ni siquiera conocer al trampolín, y casi que sin querer conocerle.

Al caminar, débil huella dejas al pasar. Quizá tan débil que debas rastrear, ya que puedes perderte en el camino, y no sabrás ni llegar, ni volver, ni orientarte a tu destino.

Al caminar, larga senda dejarás atrás. Una senda tan larga que te dará miedo regresar. Olvida tus temores y si es necesario regresa, pues pocas oportunidades tendrás, para caminar marcha atrás.

Al caminar, podrás volver sobre tus pasos, pero al correr, probablemente pierdas la noción del tiempo, no puedas volver atrás y te confundas de camino.

Espero que algún día me disponga a caminar sobre una senda que me permita discernir entre las emociones y las intenciones. Entre la ayuda y el desamparo. Entre el amor y el odio.
Y espero no olvidarlas.

Queridos lectores, reflexionad antes de imponeros de forma disciplinada vuestros objetivos a seguir. Puede que os pase como a mí y os perdais en el laberíntico cruce de caminos.
Lo mismo ocurre si no pensais al tomar una decisión, ya que a la larga, no encontrareis el camino para volver atrás.

Un saludo bloggeros,




"La libertad no tiene su valor en sí misma: hay que apreciarla por las cosas que con ella se consiguen." -Ramiro de Maeztu-

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